Historias que emocionan: Guadalupe Casado
¿A quién no le emocionan los reencuentros? Ver, compartir, saludar a una persona conocida... reencontrarse con quien se ha compartido tanto. Así fue la visita sorpresa de Guadalupe Casado Sastre a la Delegación de la ONCE de Castilla-La Mancha.
Guadalupe, que cumple 89 años el próximo mes de septiembre, es afiliada a la ONCE desde el día 5 de febrero de 1945 con el número de carné 7.570. Una de las más veteranas entre las más de dos mil ochocientas personas con discapacidad visual grave a las que, desde la ONCE en Castilla-La Mancha, se atienden.
La historia de Guadalupe es admirable. Natural de Burgos, se incorporó al colegio de niñas ciegas en Madrid, “demasiado tarde…” decía mientras compartía un ratito con José Martínez, presidente del Consejo Territorial de Castilla-La Mancha, y Carlos Javier Hernández, delegado de la ONCE en Castilla-La Mancha.
Su estancia en el colegio apenas le sirvió para hacer cuentas; firmar, algo muy importante para funcionar en la época; o utilizar el sistema braille para tomar alguna nota o cartearse con otros ciegos. No obstante, eso le posibilitó tomar conciencia de su realidad en un período de posguerra, donde las personas con discapacidad solían mendigar por las calles y plazas, aunque ya se podían ver a ciegos abriéndose hueco con la venta de ‘sus iguales’.
A principios de los años 50 consiguió su primera oportunidad laboral, vendiendo el cupón en la localidad madrileña de Aranjuez. Fue de las primeras mujeres en hacerlo, y, como comentaba, era muy duro, no sólo porque hubiera que ir a buscar a los clientes a las oficinas, a las fábricas, a los bares... sino porque algunos se pensaban que podían obtener algo más que la lotería.
No dejó las Riberas del Tajo, porque unos años más tarde, por la llamada del amor, se trasladaría a Toledo, donde continuó vendiendo y donde se casó con otro ciego que también pregonaba la suerte por las calles del casco histórico, Antonio, que era oriundo de Orgaz. Tuvieron una hija, a la que le pusieron Lucía, como la patrona de los ciegos, para que les iluminase en su caminar, pero la vida se la arrebató pronto, apenas 45 años.
Carlos Javier cuenta que tuvo la fortuna de conocerla muy activa, cuando él llegó a Toledo a mediados de marzo de 1987. Guadalupe vendía en la calle Hombre de Palo, frente a la farmacia, pegada al muro de la Catedral, y luego iba a nadar a la piscina del Salto del Caballo e incluso, la recuerda jugando a los bolos, en un establecimiento que había en esa misma calle por aquella época.
Guadalupe es ciega desde su infancia y, fruto del paso de los años, ahora tiene problemas de oído. A pesar de todo, Guadalupe mantiene una mente lúcida y un sentido del humor fabuloso, pues cuando llegó a la Delegación decía que estaba allí “por culpa de Hacienda”, pues al ser vecinos de la Agencia Tributaria, se había acercado a cumplir con la obligación fiscal de cualquier ciudadano, y que había pasado a saludar. Una visita que fue un auténtico regalo.
Testimonios como el de Guadalupe: de vidas de lucha, de superación, de construir oportunidades desde lo que podríamos denominar una desgracia, las tenemos más cerca de lo que nos imaginamos y, gracias al trabajo que desarrollan nuestros 'Centinelas de la Ilusión', nuestros vendedores en la calle son ejemplos de transformación social en nuestra tierra.
¡Gracias, gracias y gracias!
- L
- M
- M
- J
- V
- S
- D
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
- 6
- 7
- 8
- 9
- 10
- 11
- 12
- 13
- 14
- 15
- 16
- 17
- 18
- 19
- 20
- 21
- 22
- 23
- 24
- 25
- 26
- 27
- 28
- 29
- 30
- 31